El antiguo nombre de “Jumbochanga” fue cambiado por “Jumbochamba” y finalmente por “Fundo chamba”. El cambio se debe a una fractura histórica entre los antiguos habitantes de ese sitio que eran comuneros indígenas y los nuevos que eran arrimados, la mayoría blanco mestizos. La historia contemporánea, la de los blancos mestizos que llegaron a Fundochamba fueron provenientes de algunos sectores como: Lucero, Jimbura, Cariamanga. Familias como Granda – Campos, Jaramillo – Cueva, Pardo – Obregón, Rojas – Conde, Cueva – Jiménez, Cueva – Cueva, Jiménez – Abad, son quienes decidieron radicarse en estas tierras y formar una comunidad.
El sitio que corresponde a La Elvira, Fundochamba, Guayuco y Guacupamba, fueron patrimonio de la Gran Comuna del Colambo según Títulos Reales que datan de 1721. Y fue Don Sebastián Chamba el Cacique Principal de San Pedro de Colambo. La Comuna de Colambo subsistió hasta 1941, fecha en la cual se divide en algunas comunas. Se manifiesta que algunos Comuneros, vendieron estas tierras, conformándose con ellas la hacienda La Elvira en poder de un solo dueño, apareciendo así el patrón y los arrimados.
Así Fundochamba, la Elvira y el Subo eran parte de la Gran Hacienda que tenía bajo su poder el Patrón Eudoro Palacios, más tarde el latifundio pasó a manos de Don Daniel Álvarez Burneo. Estas tierras estaban en manos de arrendatarios a quienes los arrimados tenían que pagar, además de labrar la tierra, cuidar el ganado y varias semanas por obligación de trabajos forzados, imponían castigos, desahucios intempestivos, la explotación, hambre, miseria, humillación que traía consigo esta forma de vida a las familias llevo a los arrimados y luego de encontrar los títulos reales que mencionaban que estas tierras eran comunales a organizarse y desconocer que tenían patrón. Los líderes de esta organización fueron Don Miguel Cueva, Don Agustín Hidalgo, Don Ramón Torres entre otros, quienes lucharon por conseguir sus objetivos, muchos fueron apresados, pero ya para estos años entraba a implementarse la Reforma Agraria que posteriormente entro a entregar escrituras a quienes trabajaban la tierra.
El pasado aborigen, de la parroquia Fundochamba fue parte del gran Señorío de los Colambos, uno de los principales grupos étnicos que conformaron a los Calvas y a la Confederación de los Paltas. Las huellas del Señorío de los Colambos son claras y aún son visibles: nos quedan las comunas Colambo, Sasaco,Purunuma, Anganuma y Loana. En ese mismo pasado aborigen, las huellas del impacto incaico en este territorio, son más visibles que en otros espacios del actual territorio lojano, constituyendo un patrimonio invalorable que precisa su puesta en valor: se conservan grandes tramos del Qapaq Ñan y de varios caminos secundarios; los vestigios de una gran ciudad incaica emplazada en Taranza, Paja Blanca y Llano Grande nos muestran la importancia estratégica de la zona; un conjunto de pucarás atestiguan de la gran resistencia de los Colambos y de los esfuerzos incaicos para conquistarlos;
Ya en la época colonial, estos territorios fueron el espacio de una denodada lucha por el control de la tierra entre los hacendados y la comunidad Colambo. De este colosal enfrentamiento quedaron cientos de documentos que muestran una comunidad altiva y peleadora, que unas veces hizo hábil uso de la legalidad española para defender las tierras, que en otras acudió a la ocupación clandestina y persistente de los sitios arrebatados con una increíble tenacidad, o que, enviaba a sus dirigentes a negociar con las autoridades de Quito o Lima, buscando neutralizar el enorme poder regional de los terratenientes lojanos. En el transfondo de ese mismo proceso, es posible observar los profundos cambios demográficos, el cambio radical de los sistemas agropecuarios, la nueva organización del poder y de la administración del territorio, y la creciente marginalización del gran señorío que se va convirtiendo en una modesta comunidad indígena.
En las postrimerías del régimen colonial la sociedad local se pluraliza con la llegada de números blancos y mestizos que buscan oportunidades, con lo que, las dinámicas sociales cambian progresivamente en la época republicana. Los pequeño caserío de toma cuerpo hasta convertirse en una parroquia con sus autoridades civiles y eclesiásticas.
El territorio de la etnia Colambo, era hacia el siglo XIV, una ancha faja que comprendía, aproximadamente los territorios de las actuales parroquias de Purunuma, Quilanga, Fundochamba y San Antonio de las Aradas, cubriendo aproximadamente ocho leguas, según una estimación realizada en 1689. El centro de la etnia estaba en un pueblo situado a legua y media detrás del cerro Anganuma, mientras la mayoría de familias se distribuían en ese amplio territorio, bajo la modalidad del control simultáneo de varios pisos ecológicos.
Los Colambos controlaban tres pisos ecológicos o “temples” claramente diferenciados: el piso caliente, integrado por los valles como Sasaco, Canangola, Yambananga y Canchunamaca al norte y el hermoso valle de Guancocolla al sur, donde tenían sus platanares, yucales, ajialaes, camotes, maní y diversas frutas; las partes templadas, como Palotine, Guayo, Sandilla, Yanganamá, Olleros, Colasa, Quilanga, Naymuro, Ungananchi, Peremine y Jumbochanga donde producían el maíz y frijoles; y la parte alta, como Purunuma, Loana y Anganuma, donde producían maíz, frijoles y papas. También accedían en su territorio a bosques exuberantes donde cazaban una gran diversidad de animales y obtenían plantas medicinales, madera y miel; en los ríos y lagunas tenían una gran cantidad de peces. Se trataba de un territorio predominantemente escarpado, que sin embargo tenía una gran cantidad de agua, por la existencia de lagunas, una gestión adecuada del agua y un bosque primario bien conservado.
El poder político, como hemos dicho, estaba basado en la figura del Señor Etnico, que al mismo tiempo oficiaba de shamán, es decir, combinaba elementos administrativos, políticos, adivinatorios y rituales, por tanto, resultaba una combinación entre dirigente andino y amazónico. El petroglifo de Yurarumi (o Yuracrumi) nos permite tener una idea clara del gobernante étnico: su vara de mando, sus atuendos distintivos en la cabeza y las orejas que marcaban su jerarquía. Está acompañado por súbditos representados de manera muy estilizada y un elemento que al parecer evoca a la luna, que marcaría su relación con las divinidades, es decir, mostraba su doble carácter de dirigente político y shamán, que es típico de los caciques paltas.
Es importante destacar que el diseño y elaboración de petroglifos en la zona tenía varios objetivos: establecer relaciones con los dioses que propiciaban la lluvia, marcar espacios rituales y políticos para grandes reuniones, marcar linderos étnicos, establecer símbolos de identidad de la etnia, representar a shamanes y dirigentes étnicos, ordenar el territorio y establecer relaciones con las divinidades. Resulta bastante claro, que la principal divinidad era el cerro Colambo, que representaba a su vez a una culebra mítica. La presencia de animales míticos como deidades entre los paltas era común, por ejemplo, en Catacocha, la deidad principal era una Perdiz, denominada en kechwa “Pisaca”. Precisamente en Anganuma, se elaboró un petroglifo que representa al cerro Colambo (culebra mítica o conza que constituye la deidad más importante de la zona, relacionada con la fertilidad, la lluvia, la salud, la limpieza de roedores que podían infestar las casas o los cultivos y la protección), tallado en bajo relieve, con línea curvas y estilo figurativo, que probablemente servía para invocar al cerro por la lluvia y otros favores. El estilo figurativo y estilizado del dibujo muestra la enorme influencia protoshuar, de la que provenían. Se ubica en un lugar amplio propicio para grandes ceremonias y se despliega en una piedra, al parecer trabajada como una microcuenca integrando oquedades como lagunas, es decir, insinúa la eventual elaboración de un mapa didáctico para manejar la humedad.

Petroglifo Palta
Los principales troncos familiares masculinos fueron los Calva y Ubaco muy particulares a esta etnia; los Maza, Acaro, Chamba, Cango y Agila (comunes a toda la región de los paltas) y los Sacapi, Sarango, Mija, Atarama, Gualo, Landacay, Cumbicus y Quinde, que provienen de diversas zonas cercanas (Guayacuntu, de Chito, Malacatus).
También hay evidencias en la zona de la construcción de un sistema de captación de agua lluvia para formar cochas o humedales de altura para recargar a las vertientes. Por ejemplo, en el cerro El Chiro, que constituye el cerro tutelar de Quilanga, hay claras muestras de la existencia de una “cocha” de altura que servía para recargar las vertientes de lniños que hacían ciertos padres, que los colocaban en la orilla de la laguna en calidad de regalo, a cambio de lo cual, la laguna los reciprocaba con flores, plata o ropa4, es decir con elementos de prosperidad. El mito nos muestra que la laguna era una deidad que propiciaba el enriquecimiento (plata o ropa) y la fertilidad (las flores y su belleza). Esta función de la laguna de altura, nos insinúa que funcionaba un sistema de control y manejo de la humedad, parecido al que hemos localizado entre los paltas: en Catacocha (Gran Laguna) hay una laguna antigua que subsiste hasta la actualidad denominada “cocha del Pisaca” (laguna o humedal de la Perdiz), que pudo estar emparentada con una similar de Quilanga.
La lucha por la tierra
Los libros parroquiales de 1925-28 registraron en el territorio de la parroquia o que tenían parte en él, nueve haciendas: Santa Rosa, Trigopamba y Amani, Tuburo, La Elvira, Palotine, La Cría, Cangopita, Lanzaca y La Palma, que controlaban la mayor parte de las tierras, en las que vivían numerosos colonos y arrendatarios. De estas haciendas, los comuneros de Quilanga tenían un especial recuerdo de Tuburo y La Elvira, que se habían creado en las tierras de Ungananche y Jumbochanga que siempre consideraron suyas.
El “colono” o “arrimado” era un trabajador interno de la hacienda, que recibía una, dos o tres pequeñas parcelas donde construía una casita para su familia y levantaba una huerta para su manutención, a cambio de lo cual, debía trabajar para la hacienda tres o cuatro días por semana a lo largo del año, desempeñado diversas actividades denominadas “obligaciones”: como vaquero, labrador o como hortelano (encargado de las actividades domésticas de la casa del patrón acarreando agua, partiendo leña, desgranando, dando de comer a los animales, cocinando, actividades en las que ordinariamente, involucraba a su mujer e hijos). Por su parte, el arrendatario, se diferenciaba del “colono” porque debía pagar un canon de arriendo por las tierras, pero en muchos casos debía trabajar para la hacienda, sobre todo en los picos agrícolas. En los dos casos, el patrón debía reconocer las mejoras introducidas en la huerta recibida por el colono o por el arrendatario, en caso de disolverse el compromiso.
En 1960, cuatro años antes de la promulgación de la Primera Reforma Agraria, los colonos y arrendatarios de Tuburo y La Elvira suspendieron el pago de las obligaciones, argumentado ser los descendientes de los comuneros de Colambo, para lo cual acompañaron su alegato con el título extendido por Juan Felipe Tamayo de 1721, se reivindicaron como comunidades bajo los nombre de “Jumbochamba18, Guayucos y Guacunuma”, y señalaron “que lascomunidades han sido desde hace algún tiempo objeto de mayor injusticia por parte de gamonales que sin tener títulos y solo amparados en sus privilegios y poderes arbitrarios, han obligado a sus legítimos propietarios a someterse pagando tributos en trabajo o en dinero. Uno de ellos fue el señor Daniel Alvarez Burneo, quien falleció hace 20 años, dejando donación (donación de ajeno) a la llamada Fundación Alvarez Burneo” (Carta al Presidente de la H. Junta Militar de Gobierno, 1962). Los comuneros de Anganuma, Loana y Purunuma les prestaron las escrituras antiguas, y los asesoraron en el alegato: la memoria histórica sobre la propiedad de esa tierra renacía después de 142 años del último fallo en contra de las comunidades, pero esta vez, reivindicado por la población blancomestiza que había incorporado la hacienda.
Los luchadores por la tierra establecieron relaciones con la Confederación de Trabajadores del Ecuador, CTE, y con su filial la federación Provincial de Trabjadores de Loja, FTL. Se comprometieron a “luchar por la devolución de las tierras comunales, no pagar los arriendos, luchar contra los desalojos y utilizar todos los medios en el caso de que fueran desalojados”. Esa relación se convirtió en una escuela política que les permitió ligar el tema de la tierra con otros problemas de la parroquia. Allí se formaron dirigentes como Agustín Hidalgo, Miguel Cueva, Godolías Pérez, Ramón Torres, entre otros, que condujeron el proceso con pasión y talento. En uno de esos cursos, los campesinos formularon con su propio puño y letra un interesante programa parroquial que muestra la madurez que habían logrado y la influencia del sindicalismo de izquierda, que bien vale recogerlo.
Plantearon la necesidad de “un Colegio de ciclo Básico para el centro de nuestro pueblo”, “una fábrica de cemento por encontrarse mui difícil de las fábricas del norte”, “agua potable, vías carrozables, protección en la vivienda…ayuda técnica… la distribución de la tierra a los trabajadores de acuerdo al estado familiar gratuitamente al agricultor” “restitución directa de nuestras comunidades campesinas bajo el marco de títulos riales” y finalizaron señalando que “nuestros grupos en general repudiamos la explotación de los Americanos en todas nuestras comunidades.
Un informe de una inspección ocular realizada por un delegado del Ministerio de previsión Social, nos ofrece valiosa información sobre la hacienda Elvira y sobre la situación de los arrimados. El predio tenía 3.000 has de terreno muy accidentado, estimando que solo 50 has eran aprovechadas para sembríos. No hay duda que el delegado miró la tierra desde las posibilidades de una agricultura convencional (que empezó a valorizar los terrenos planos, mecanizables y con riego), en el que las huertas agroforestales de secano que tenían los campesinos pasaron desapercibidas. Informa que había 320 jefes de familia con una población aproximada de 1.500 personas, es decir, había una relación de un trabajador por cada 9.37 has, excesiva en un modelo productivo basado en la ganadería extensiva que ordinariamente mantenía en el mejor de los casos una vaca por hectárea. Más aún, en un corto tiempo, esa relación iba a ser más crítica porque los numerosos hijos habrían reclamado el derecho a trabajar en la hacienda, o debían migrar, como en efecto lo hicieron.
El mencionado informe nos cuenta que los colonos tenían “sembríos de maíz, yuca, guineo, caña de azúcar y árboles frutales”, y su perplejidad es grande, cuando constata que tanto los títulos presentados por los trabajadores, como aquellos presentados por la Fundación tienen validez y demuestran su propiedad sobre las mismas tierras. Esta perplejidad fue mayor cuando el informe puso en la balanza, de un lado el derecho de las 1.500 personas que vivían de la hacienda y de otra los beneficios sociales que la Fundación Alvarez sostiene. Se reconoce que la Fundación recibía del subarrendatario de las dos haciendas 30.000 sucres anuales, pero que el presupuesto de la Fundación para mantener sus diversas obras sociales (el asilo de Ancianos Daniel Alvarez Sánchez donde hay 30 ancianos, el Orfanato Dorotea Carrión donde hay 17 huérfanos y asisten 60 alumnas a recibir clases de corte y confección, el Instituto Amalia Eguiguren donde hay 30 huérfanos y el Instituto Daniel Alvarez Burneo que dicta cursos a 62 alumnos), precisaba 100.000 sucres anuales. En realidad, los actores estaban en el impasse: entre la presión campesina por las tierras y la beneficencia pública privada.
Para resolver ese impasse, las haciendas pasaron a propiedad de la Junta de Recuperación de Loja y Zamora Chinchipe en 1962, transformándose el conflicto en un tema entre el Estado y los campesinos, forma como se procesaron la mayoría de conflictos por la tierra en Loja, en los que, las tierras con las leyes de reforma agraria y abolición del trabajo precario fueron pagadas por el IERAC y más tarde repartidas o vendidas a los trabajadores. Fue una solución estupenda para los terratenientes que plata en mano se llevaron los capitales a Quito o los invirtieron en otros negocios.
Sin embargo, el conflicto demoró varios años en solucionarse. En 1963 el Ministerio de Previsión Social negó la restitución de las tierras pedida por las comunas de Jumbochamba, Guayucos y Guacupamba. La Junta de Recuperación intentó poner una administración propia en 1964 (un Administrador-Recaudador) con 400 sucres de sueldo, más el 5% de los valores que recaude de las haciendas. En ese momento, la lucha alcanzó su pico más conflictivo, cuando en febrero de 1964, el ejército intervino para amedrentar a los trabajadores, momento en el que, según nos lo relató doña Sebastiana Jaramillo, fueron las mujeres las que enfrentaron al ejército. Con la expedición de la Ley de Reforma Agraria, los campesinos solicitaron al IERAC la entrega gratuita de los predios, pero lo hicieron como una restitución de tierras en representación de sus comunas, cuestión que fue negada por este organismo les planteó cambiar la figura legal, sugirieron que se conviertan en cooperativa, y que reclamen las tierras por posesión comprobada por más de diez años.
El problema de la figura organizativa que debían asumir (comuna o cooperativa) se debatió largo tiempo en su interior. De una parte, algunos de los campesinos tenían cierta tradición comunitaria, pero la mayoría no la tenían, puesto que habían sido reclutados por la hacienda. La presión de las autoridades porque asuman una forma organizativa considerada “moderna”. No obstante, los campesinos persistieron en su organización comunitaria por varios años, sobre todo para intentar normar el acceso de las familias a la tierra, que ocasionaba varios conflictos internos, más aún, por la venta de acciones que muchos campesinos habían realizado. La comuna también les permitía tener un terreno comunitario, organizar sus centros poblados, construir sus locales escolares y reclamar obras específicas. Finalmente, los campesinos recibieron los lotes de tierra, pero la organización en comunas no sobrevivió. La conversión en parroquias les dio un horizonte distinto, apagó sus impulsos comunitaristas y los incorporó a la administración jurídico-política del estado.
Línea del tiempo
Año | Evento | Comentarios |
700-1400 | Presencia Indígena: Señorío de los Colambos |
El modelo productivo de los Colambos basado en la huerta agroforestal, el control de varios pisos ecológicos un sistema de captación de agua lluvia para formar cochas o humedales de altura para recargar a las vertientes comprendieron su importancia para el manejo del agua en una zona de inestabilidad climática (de posibles sequías) y el mantenimiento de las vertientes. |
1469-1532 | Impacto inca | Los incas introdujeron otros cambios en la lengua, las denominaciones de los sitios, la ritualidad y el régimen político y administrativo: la enseñanza del Kicwha en la zona. |
1532-1555 | Conquista española | Entre 1532 y 1555, los españoles conquistaron la zona, aplastando la enconada resistencia de los paltas, |
1556-1652 | Producción Minera | Modelo económico basado en la producción minera de Zamora y Zaruma. |
1640-1740 | Producción Hacendaria | El actor dominante era la gran hacienda. Ellos controlan la mayor parte del territorio, de los recursos productivos y de una buena parte de la mano de obra. Se trataba de grandes terratenientes que la mayor parte de su tiempo vivían en Loja Despojo de la tierra y resistencia Palta, la producción de vacunos, caña y mulas en grandes haciendas y la orientación hacia el puerto de Paita para la salida y entrada de productos. |
1740-1822 | La Cascarilla | Al declinar la producción minera, pusieron en marcha la explotación de cascarilla que depredó los bosques y desarrollaron actividades comerciales con Piura y Cuenca en la que los lojanos debieron especializarse en la producción de mulares para el acarreo de las mercancías. |
1740 | Pluralización de la Sociedad | Extraer y transportar la cascarilla a Cariamanga atrajeron a varios comerciantes (blancos y mestizos pobres), que deseaban hacer fortuna, puesto que, ya no era posible acceder a las grandes haciendas, tomadas por los descendientes de los conquistadores y las grandes familias coloniales comuna incorpore paulatinamente a blancos en su organización; así como, las haciendas los incorporen en calidad de arrimados o “colonos”, porque la fuerza de trabajo de los mitayos indígenas, ya no era suficiente. |
Estructura del espacio en el Cantón | Estructura tripartita del territorio que se mantenía (personas que vivían en las haciendas como arrimados, personas pertenecientes a las comunas y gente independiente en el pueblo que vivía como comerciantes, arrendatarios de las haciendas o habían logrado un terrenito propio. | |
1964 | La lucha por la tierra | Con la expedición de la Ley de Reforma Agraria, los campesinos solicitaron al IERAC la entrega gratuita de los predios, pero lo hicieron como una restitución de tierras en representación de sus comunas, cuestión que fue negada por el IERAC. Este organismo les planteó cambiar la figura legal, sugirieron que se conviertan en cooperativa, y que reclamen las tierras por posesión comprobada por más de diez años en febrero de 1964, el ejército intervino para amedrentar a los trabajadores. |
1863-1989- | Cantonización y parroquializacion | La conversión en parroquias les dio un horizonte distinto, apagó sus impulsos comunitarios y los incorporó a la administración jurídico-política del estado. |
1974 | Predesur | PREDESUR en 1974 “Proyecto de la Cuenca Piloto Pindo-Calvas el mejoramiento de la vía Quilanga, Fundochamba, Las Aradas, Lucero en alrededor de 30 Km. |
1980-2015 | Proceso del café:
Programa Nacional de Café ONGs Proccafeq-Fapecafes |
Dependencia al cultivo de café genera en los productores desorientación, pobreza y pérdida gradual se la seguridad alimentaria. Con la intervención de diferentes programas y proyectos a nivel nacional y cantonal, no solucionaron los problemas acuciantes del sector agropecuario. |
La Parroquializacion
Aprovechando la presencia del distinguido Quilanguense Señor Agustín Emilio Rojas como presidente de la Ilustre Municipalidad de Gonzanamá, el 25 de septiembre de 1985, una comisión integrada por el Padre Manuel Enríque Rojas, Bartolo Merino, Amable Cueva, Alipio Cueva, Feliciano Abad, Antoliano Rojas, Profesora María Luisa Rodríguez, Profesor José Valladares y Profesor Luis Bravo, presentaron el Proyecto de parroquialización, el mismo que pasa al departamento Técnico de la municipalidad de Gonzanamá, en donde se emite el informe favorable. Con esta noticia el Comité Pro-mejoras convoca a una magna asamblea el 17 de junio de 1986, en donde se organiza el Comité Pro-Parroquialización de Fundochamba, el mismo que quedó integrado de la siguiente manera:
- Presidente: Segundo Pardo Rojas
- Vicepresidente: Amable Cueva
- Secretario: Profesor José Valladares
- Pro-secretaria: Profesora María Luisa Rodríguez
- Tesorero: Segundo Cumbicus
- Coordinador: Profesor Luís Bravo
- Primer vocal: Feliciano Abad
- Segundo vocal: Gonzalo Rojas
- Tercer vocal: Luís Abad
- Cuarto vocal: Francisco Tacuri
Por circunstancias imprevistas el Señor Segundo Pardo Rojas deja la Presidencia y asume la función el Señor Amable Cueva. El 29 de septiembre de 1986, los informes técnicos y jurídicos son aprobados por la Municipalidad de Gonzanamá e inmediatamente son puestos a consideración del H. Consejo Provincial de Loja. En junio de 1986, el Doctor Víctor Chininín, por disposición del Honorable Consejo Provincial, visita Fundochamba y en una asamblea se compromete realizar las gestiones pertinentes a fin de que el proyecto de parroquialización sea aprobado. El 18 de febrero de 1987, el Consejo Provincial, emite el informe favorable, informe con el cual la Ilustre Municipalidad de Gonzanamá aprueba la ordenanza que eleva a Fundochamba a la categoría de Parroquia Rural; documentación que es enviada al Ministerio de Gobierno y Municipalidades y la Comisión de Límites Internos de la República. En junio de 1987, el Licenciado Marco Jumbo se compromete realizar las gestiones necesarias ante el Ministerio de Gobierno hasta conseguir la Parroquialización de Fundochamba, requisito indispensable para continuar con los trámites de la creación del Cantón Quilanga. En septiembre del mismo año la comisión de límites internos de la república envía a la Arquitecta Janneth Corosabel a Fundochamba a verificar los límites de la nueva Parroquia, emite el informe respectivo con el que la Ilustre Municipalidad de Gonzanamá en 1988, ratifica la ordenanza en el artículo que corresponde a los límites de la nueva Parroquia. Con este informe, el Licenciado Marco Jumbo despliega una serie de acciones para conseguir que el Ministerio de Gobierno y Municipalidades, a través de la Comisión de Límites Internos emitan el informe favorable. Reunidos los requisitos de Ley, el 12 de febrero de 1988, mediante Acuerdo Ministerial No. 0363 suscrito por los Señores: José Ferreira Vera, Subsecretario de Gobierno y Municipalidades, Lcdo. Miguel Murillo, Director Nacional de Asuntos Seccionales del Ministerio de Gobierno, crea la nueva Parroquia Rural de Fundochamba en la jurisdicción del Cantón Gonzanamá Provincia de Loja, publicada en el Registro Oficial No 632